La actual situación, con la energía a precios insostenibles para la mayoría y con una guerra a las puertas de esta vieja Europa, con todavía, muchos deberes por hacer, ha derivado en una subida de la inflación, cada vez más difícil de asumir por consumidores y empresas de nuestro país. Así pues, nos encontramos con un IPC que no veíamos desde 1985, cada vez más cerca del 9,9%, muy por encima de nuestros vecinos europeos. España, una de las grandes potencias mundiales, cuando hablamos de exportación, puede verse seriamente amenazada por sus vecinos y socios europeos, como consecuencia del encarecimiento que están sufriendo sus productos y servicios.
En 2021, las exportaciones españolas alcanzaron, la nada despreciable cifra de 316.609 millones de euros, en torno a un 20 % más que el año anterior. Sin embargo, la más que considerable diferencia de precios en la zona euro, podría frenar de forma considerable las cifras anteriormente mencionadas. Por si no fuese suficiente, la inflación básica en España, al margen de las energías, también es ligeramente superior a la de la media europea, un 3,4% el pasado mes de marzo.
Igualmente, el último índice de tendencia competitiva (ITCs), muestra una pérdida de competitividad respecto a la mayoría de los países de la zona euro, como consecuencia del aumento interanual del índice de precios relativos de consumo. Por todo ello, nos encontramos en una situación de enorme preocupación e incertidumbre entre las empresas exportadoras española, las cuales deben lidiar y competir con nuestros vecinos europeos en desigualdad de condiciones, debido a un mayor aumento de precios, como consecuencia principalmente de la subida de los costes de la energía. Así, las empresas españolas, tendrán que encontrar elementos de diferenciación que aporten valor, si desean incrementar los precios, con el fin de amortiguar el incremento de costes, o bien, reducir sus márgenes de beneficio para poder comercializar sus productos y servicios de forma competitiva. A la vista de los últimos datos en exportaciones, manteniendo las cifras de ventas del año anterior, parece que las empresas españolas están apostando por esta segunda vía, reduciendo márgenes de beneficio frente al incremento de precios.
Sin embargo, esta política de reducción de márgenes sólo servirá para mantener cuota de mercado a corto plazo.
Por consiguiente, las empresas españolas, además de tener que hacer frente a los grandes retos de esta última década, la digitalización y la internacionalización, deberán encontrar elementos de diferenciación y valor, que refuercen su posicionamiento en el mercado, sin quieren competir con garantías a medio y largo plazo frente a futuras presiones inflacionistas. En conclusión, señalaremos que, reducir márgenes de beneficio para mantener una posición competitiva, sólo servirá de tirita frente a la inflación. La solución pasará por la mejora de las actividades, procesos y procedimientos, la reducción de costes, la mejora de productividad y un adecuado posicionamiento en el mercado, si queremos continuar siendo referente de calidad en el área de la exportación.
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