El sector de la logística está convirtiéndose en un puntal de la actividad económica en España. Los datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones cifra en cerca de un millón los profesionales dedicados a esta actividad en 2022 (considerando a todas las empresas vinculadas con la cadena de suministro), de hecho, en los últimos diez años se han triplicado los datos de empleo.
Más significativo aún es la posibilidad de convertir España en un vector principal de entrada y salida de mercancías procedentes y destinadas al Pacífico Asiático y América Latina. Dicha expectativa está cimentada en virtudes irrebatibles como la ubicación geográfica privilegiada de la Península Ibérica, las infraestructuras existentes de primer nivel, y el alto nivel de formación de los profesionales españoles.
Por otra parte, tenemos un contexto de excesiva dependencia de la construcción y el turismo. Uno de ellos sobredimensionado y el otro, como hemos aprendido en 2020, dependiente de factores externos. En un país en el que ningún gobierno asume la responsabilidad de favorecer la existencia de más tejido industrial, ni apuesta por la investigación, y en el que el sector hortofrutícola tiene que afrontar una reconversión provocada por una climatología imprevisible y unos objetivos medioambientales ineludibles, el objetivo de convertirnos en un hub de referencia en la Unión Europea está en todas las agendas.
De este modo los sucesivos Ministerios de Transporte, actualmente MITMA, han encontrado en el sector logístico una buena forma de favorecer la creación de valor, asignando recursos a la formación, las infraestructuras, la sostenibilidad, la digitalización y la intermodalidad, al tiempo que aumentan la cooperación entre entidades públicas y empresas privadas.
Con fortalezas bien definidas, estamos en un momento esencial para empezar a combatir las deficiencias estructurales que podrían frenar un objetivo tan interesante para nuestro país: infraestructuras más eficientes (especialmente en el eje marítimo – ferroviario), digitalización, eficiencia energética, impacto medioambiental, sostenibilidad o agilización de los trámites burocráticos (especialmente en las aduanas), entre otras.
Es por ello que resulta frustrante escuchar con excesiva frecuencia la necesidad de la flexibilización de contrataciones y despidos como una de las medidas esenciales para consolidar a España como un referente logístico.
Y es frustrante porque no es cierto o, al menos, no existe un solo dato que lo abale. Es indudable que hablamos de una actividad asociada a unos índices de estacionalidad importantes y que necesita de cierto porcentaje de trabajo temporal, pero no es menos cierto que para alcanzar altos niveles de excelencia y competitividad requerimos del compromiso y la implicación del activo más importante de cualquier empresa, sus trabajadores.
Además, limitar el éxito o fracaso de nuestra industria logística en la flexibilidad laboral, es hacer un flaco favor a la cultura y formación de nuestro tejido empresarial.
El objetivo de cualquier empresa no puede ser subsistir, y sí competir.
Y eso solo podremos lograrlo mediante un estudio analítico de costes, una correcta planificación de la demanda, una adecuada gestión de compras e inventarios, una eficiente comunicación entre los distintos eslabones que conforman la cadena de suministros, relación con los proveedores en base a la categoría de productos o servicios, una gestión de almacén eficiente que dé respuesta a los nuevos modelos de negocio, un preciso análisis de los sistemas de embalaje utilizados, inversión en tecnología y digitalización, elección ideal de los sistemas de producción, implantación de sistemas JIT, mejora en la gestión del transporte, desarrollo de sistemas de información, líderes que sepan sacar el máximo rendimiento a su equipo, trabajadores formados, implicados y altamente motivados, y un largo etcétera que no podemos camuflar de forma simplista con la manida reforma laboral.
Las empresas españolas han de hacer frente a grandes retos como son la digitalización, la
internacionalización, la globalización, los nuevos modelos de negocio B2B y B2C, la omnicanalidad, el cambio climático, etc. Y esto solo podrán llevarlo a cabo invirtiendo en talento y valor, y no mediante la generación de precariedad laboral.
El primer paso para solucionar un problema es reconocer que existe .
No debemos camuflarlo con derivas sensacionalistas, que solo confunden y no aportan valor.
Javier Fernández | CEO Logístikos
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